Los
banquitos son, sin ninguna duda, mi mueble/objeto favorito. Me acompañan desde chica y ahora hay varios en mi casa. Siempre tuve mi "favorito", que estaba en la casa de mi abuela. Tengo gravado en mi memoria estar ahí sentada atándome las zapatillas, como una foto. Ahora lo tengo acá conmigo y lo sigo usando!
Después de varios años de hacer banquitos para otros comprobé cómo los chicos se los apropian y los convierten en sus "casas", van con ellos a cuestas y los usan para sentarse a mirar tele, ponerse las zapas, lavarse los dientes ... Los grandes los usan como asiento extra, para apoyar cosas, para llegar a los estantes altos altos, como mesita auxiliar. Siento que tienen una combinación ideal entre practicidad y belleza.
Acá y
acá pueden ver algunas fotos de banquitos de todo tipo y color.
Entre los banquitos y yo hay una especie de atracción "no fatal" :p . De hecho, si no ejerciera un poco de autocontrol, podría perfectamente convertirme en una acumuladora de banquitos.
Acá y
acá pueden ver algunas historias de banquitos que ya pasaron por el blog.
Desde el
año pasado que quiero mostrarles unos banquitos reciclados que hice más o menos en primavera, pero como hay un
par que no logro terminar, lo vengo postergando.
Acá a veces
los procesos son largos. Cuando son cosas que van a quedar en casa, van a la fila, y a veces tarda en llegar su turno.
Vamos a lo nuestro! Les cuento la historia del banquito azul. El año pasado Vero López organizó una feria para vender viejos muebles y objetos de una institución religiosa para juntar fondos para ellos. Durante la semana fue publicando fotos de lo que había y yo no paraba de suspirar. Pero ese sábado tuve que dar clases a la mañana y partí hacia allá después del mediodía. Cuando llegué casi no quedaba nada! Pero si hay algo que me caracteriza es la perseverancia y bueh ... un poco de cabeza durez (?) también. Me puse a recorrer las habitaciones donde supuestamente no había nada para vender y tirado allá en el fondo estaba este buen hombre. Tuve que convencer a Vero para que me lo venda (porque no estaba a la venta), creo que vio mi cara de enamoramiento y se apiadó de mí. No puedo explicarles los feliz que yo estaba con mi banquito!!!
El aspecto no era gran cosa. Cómo puede uno enamorarse de algo así, pensarán ustedes ... Yo le ví potencial, nobleza, historia; y sí, también belleza.
La estructura estaba perfecta, pero la parte del asiento muy más o menos. Decidí que le pondría un lindo papel pero primero le rellené los huecos para que quede bien liso y parejo.
Era tan noble que quería tocarlo lo menos posible. A las patas las limpié bien, las lijé y le dí unas buenas manos de cera. Amo el olor a la cera!!
Arriba el papel importado con un diseño a tono y protección para que no se arruine.
Estuvo un tiempo conmigo en el taller porque no podía desprenderme de él. Es tan útil tener un banquito cerca!! El banquito te banca!!! Prometo que lo usé para todo: sentarme, apoyar cosas, pararme y llegar alto ... y él siempre estaba ahí dispuesto a ayudarme ;)
Así está hoy el banquito azul, dando alojamiento a los cactus y suculentas. Ya me conozco y sé que en cualquier momento cambia de lugar y de uso.
La otra historia de banquitos es la de los banquitos ovalados que rescaté de la quinta de mi mamá. En pésimo estado (estético porque la estructura también estaba perfecta). Mucho trabajo para sacarle varias capas de pintura, pero tuvo su premio.
Cuando llegué a ésto y vi esa divina madera con esa veta tan particular (y además un olor riquísimo!) decidí que sólo trabajaría con sus patas (que estaban medio feuchas) y dejaría el asiento así tal cual.
Se demuestra una vez más lo que siempre digo que hay que empezar a trabajar estos muebles que uno recicla y ver qué tienen ellos para decir. Me parece muy sabio no decidir de ante mano y ver sobre la marcha cuál es la mejor opción.
Le pinté con aerosol las patas y le hice medias para que no se enfríe ;) La tapa me hubiese gustado dejarla al natural, pero como estaba destinado a mi baño, me pareció mejor protegerla un poco.
Así está hoy en su nuevo hogar y disfruto mucho mucho cuando lo veo, todos los días de mi vida. Es un placer muy grande volver muebles a la vida. Saber que estaban abandonados y ahora son usados y apreciados todos los días!
Este banquito tenía un hermano mellizo que también me traje para reciclar. Estaba en peores condiciones, más que nada el asiento.
{La foto parece una publicidad de Rust-Oleum pero les juro que no. Al menos por ahora no los tengo de sponsor jejeje}
A este banquito también le dí un baño de aerosol en las patas, con medias incluídas. El asiento voy a tener que intervenirlo con papel porque no está en condiciones. En cuanto lo tenga terminado les muestro!
En los días que estuve trabajando con los banquitos en la terraza, se sumó también este baúl que tenemos hace tiempo. Se había puesto bastante feo y decidí darle una lavada de cara. Me falta hacerle alguna transferencia, pero no logro decidir qué imagen. Queda pendiente también mostrarles el terminado!
Y, para terminar, la anécdota. El peligro de cuando agarro los aerosoles. No te acerques porque te pinto! El perro feo (en pista para ser desalojado de esta casa) se convirtió en un perro cool y se fue a vivir al dormitorio de #hijaadolescente.
Ya saben, si tienen muebles para reciclar, acá estoy para escucharlos y darles una nueva vida para que los disfruten!!!