Homenaje a Gordito, y a las pequeñas grandes diferencias
26.5.14
No sabía si contarles esta historia. Las que me ven en mi perfil personal de Facebook o Instagram conocieron a Gordito. Pero esta foto me hizo pensar y tener ganas de compartirlo, porque no todo es lo mismo, hay pequeñas grandes diferencias.
A Gordito lo encontró mi hijo tirado debajo del ombú de la quinta familiar de General Pacheco. Era el 24 de diciembre de 2013 y nos estábamos preparando para la Nochebuena. Prácticamente lo sacó de la boca de uno de los perros que viven allá.
No sabíamos muy bien qué hacer. Por esas cosas de la vida, encontramos allá esta casita de tela que era de los chicos cuando eran peques, y esta jaula que nos prestaron los caseros. Empezamos a tratar de alimentarlo, sin saber muy bien qué darle y nos lo llevamos a casa.
En cuanto volvimos, el 26, mi hijo se fue junto con la abu Gio a una veterinaria donde sabían de pájaros (que son muy pocas). Después de esperar 2 horas, el veterinario les dijo que estaba muy grave porque estaba repleto de gusanos de mosca. No voy a entrar en detalles porque todo era bastante impresionante. Pero mi hijo lo cuidó de día y de noche, aprendió cómo hacerlo. Lo revisaba, lo cuidaba y lo alimentaba con jeringa. El vet más tarde nos confesó que pensó que no sobreviviría ni dos días y lo felicitó por lo bien que lo cuidó. Un sentido paternal, de compasión y de responsabilidad impresionantes para un chico de 16 años.
Gordito empezó a mejorar y tomar fuerzas y pedía a gritos comida (como ven en la primera foto), que recibía más o menos cada 2 horas. También lo bañábamos y nos fuimos a Costanera a comprarle lombrices para que coma (no fue fácil enseñarle a agarrarlas). Todo siguiendo las indicaciones del veterinario, que lo habrá visto en total unas 10 veces, o más.
Realmente lo cuidamos a sol y a sombra. Los días de calor, incluso tenía un ventilador para el solo ;)
Nuestro perro se puso un poco celoso, pero básicamente le daba mucha curiosidad esa nueva criatura que habitaba en casa. Se portó muy bien y nunca lo asustó. Un genio Lucky!
Cuando nos íbamos los fines de semana a la quinta, lo llevábamos con nosotros. Con jaula, casa, comida, remedios y todo. Y era el nuevo protagonista familiar, todos querían cuidarlo y ayudarlo. Había que llevarlo a entrenar, como decía el vet, para cuando esté listo para volver allá.
Juan dedicó mucho tiempo a enseñarle a volar.
Incluso subiéndolo al árbol desde el cual se había caído.
Había que enseñarle también a encontrar agua y alimento por sí sólo. Porque nuestra intención siempre fue ayudarlo a recuperarse y luego dejarlo en libertad. Con el paso de los días también le pusimos apellido: Gordito Luchador, porque el también puso lo suyo en la pelea.
A mediados de enero Juan se fue de viaje con su abuela y Gordito quedó a mi cargo. ¡Tremenda responsabilidad! Lo cuidé yo también con mucha dedicación. Nunca en mi vida había agarrado un pájaro y me daba un poco de impresión, pero Juan lo hacía con tanta naturalidad que traté de aprender del él.
Cuando lo encontramos estaba tan mal que tardó mucho en recuperarse, y todo ese tiempo en cautiverio produjo que se descalcifique y aparentemente se agarre alguna infección (sí, también le dí los últimos días calcio y antibióticos). Un día antes que llegue Juan de su viaje, me sorprendió que no grite al verme a la mañana, porque siempre me "saludaba". Con el correr de las horas lo observé cada vez más tirado y lo llevé al veterinario. Tan chiquito era y todo fue tan rápido ese día. No pudo ser, murió en mis manos a la tarde, en casa. Inmensa tristeza. Junto con mi marido, lo pusimos en una maceta grande en la terraza de casa. Y lo primero que hizo mi hijo al llegar fue tallar este cartel para él en una madera y despedirse a su manera.
Muchas cosas nos enseñó Gordito. Fue un gran sacrificio y la historia no terminó bien. Perdimos la pelea. Pero yo creo que por algo se cruzó en nuestro camino. Hoy, 5 meses después, puedo estar feliz de lo que nos pasó. Y compartirlo con ustedes.
Agradezco que mis hijos hayan tenido la posibilidad de estar en contacto directo con la naturaleza en todas sus formas (más tiempo que en contacto con la tecnología). Y que hayan aprendido a amarla y respetarla. En esta foto Juan tiene una lagartija en su mano (la ven?), siempre amó toda clase de bichos y tuvo un vínculo especial con ellos.
Yo creo que Gordito descansa en paz, porque recibió mucho amor. Y cada vez que escucho un benteveo me acuerdo de él.
Todas las que tengan niños chicos, traten de sacarlos de las pantallas y llévenlos afuera, con frío o con calor. No soy de dar consejos, pero de éste estoy tan segura que no me lo quiero guardar. Yo creo que es mucho más lo que pueden aprender allá afuera. Y también disfrutar. Gracias por leerme!